"Una niña no quería hacer lo que hacía todo el mundo. Le parecía aburrido. Por eso solo salía por la puerta andando hacia atrás. Por hacer eso, una vez atropelló a su abuelo… Érase una vez un hombre tan ordenado que no soportaba que las agujas del reloj estuviesen inclinadas. En sus relojes siempre tenían que ser las once y media o las tres menos cuarto… Érase una vez un niño con los ojos tan penetrantes que podía cortar el pan con una sola mirada. No tenía necesidad de cortarse las uñas. Le bastaba con mirarlas una vez..." Entre las virtudes literarias de Úrsula Wölfel destaca el sentido del humor con el que abordaba pequeñas historias cotidianas en las que los personajes -tanto animales como personas- protagonizan situaciones cómicas y sorprendentes. Su imaginación se movía en el terreno del nonsense, captando la atención del público con disparatadas ocurrencias.