El mundo digital nos expone cotidianamente a imágenes de la realidad de la guerra, haciendo más difícil su idealización. Sin embargo, la singularidad sensual y material de esas imágenes se soslaya para permitir que la racionalidad abstracta ocupe el primer plano, explicando y justificando la guerra en términos geopolíticos, sociológicos, económicos, culturales, e ignorando la contracara obscena de esa racionalidad, encarnada en mitos sacrificiales ocultos aunque efectivos en la acción.Con la pandemia aprendimos a tolerar la enfermedad y la muerte masivas mientras que los mitos sacrificiales, que ya estaban en juego, contenían una guerra implícita que, sumada a otras violencias, facilitaron deslizarnos a guerras más abiertas. ‰stas potencian aún más el pensamiento mágico de quienes tratan de rediseñar el mundo ofreciendo víctimas propiciatorias para realizar así sus sueños históricos.