La literatura infantil es un río y Bernardo Atxaga lo recorre de la A a la Z en barca y a pie por sus dos orillas. En ocasiones se echa de cabeza al agua para refrescarse o se viste con sus mejores galas para dar un paseo en cisne mecánico. Este texto, originariamente una conferencia que su autor ofreció a un grupo de maestros, puede ser leído y disfrutado por cualquiera. Contiene suficientes pistas y argumentos como para pasar un buen rato y quitarse de encima bastantes prejuicios que afectan a la consideración que ha venido teniendo, y en gran parte aún tiene, la literatura infantil.
La ilustradora Alejandra Hidalgo, admiradora de la curiosa Alicia de Lewis Carroll y de la descarada Zazie de Raymond Queneau, se ha divertido lo suyo dibujando cada una de las letras y convirtiendo en una doble nariz la G de los hermanos Grimm, la F de Fábula en una vaca a medio devorar, y la J de Jaimito en un anzuelo eficaz para mobydicks.
El libro se completa con una breve autobiografía de Joseba Irazu, verdadero nombre de Bernardo Atxaga, en la que éste cuenta a los lectores cómo se inició en la profesión de escritor.
Al hablar de literatura infantil, el peso de la balanza debería recaer en el primer término de la expresión, en el aspecto estrictamente literario. De lo contrario, si se comienza a separar terrenos, si se considera que el adjetivo «infantil» pesa más que todo lo demás y que escribir para niños es algo totalmente específico, entonces mal asunto.