La amistad se funda en ese amor de sí mismo que no se confunde con el egoísmo, de ese hombre que vive conforme al lógos, el cual, obrando de esta manera, practicando bellas acciones, es de provecho para sí mismo y sirve a los demás; en el entendido que el amigo es otro yo y que la amistad es semejanza e igualdad, y consiste en este convivir. Aristóteles deja entrever que el bien para el hombre implica una relación con otro. En este sentido, es claro para la ética que sin la presencia de los otros hombres no es posible el ejercicio de las virtudes éticas; por ende, el justo necesita de otros hombres para ejercer en ellos y con ellos la justicia.