Su figura no deja indiferente a nadie: se la ama o se le odia, no hay medias tintas. Pero si hay algo que nadie discute es que Marcelo Bielsa es ya por derecho propio una de las figuras más importantes en la historia del fútbol chileno.
Como director técnico de la selección nacional entre los años 2007 y 2011, no solo cosechó logros deportivos dentro de la cancha, como la clasificación al Mundial de Sudáfrica 2010 después de doce años de ausencia, sino que además consiguió cambiar la mentalidad de los jugadores y, de paso, impregnar con su pensamiento a toda una sociedad. Más de una década después de su adiós a la Roja, la mayoría recuerda al argentino con admiración y gratitud. Con el correr de los años su estatura no ha dejado de crecer a nivel mundial, conquistando hinchadas y corazones a punta de trabajo y una desmesurada dedicación a su filosofía de juego. Sin embargo, el hermetismo que rodea sus pasos y el exceso de humildad con que rechaza su evidente influjo acaba envolviéndolo todo con un manto de misterio que alienta todo tipo de leyendas y especulaciones, a cual más extravagante. Este libro busca llenar esos vacíos y reconstruir los vibrantes cuatro años que vivió Bielsa en el epicentro macondiano en que convirtió el complejo deportivo Juan Pinto Durán. Ante su negativa a conceder entrevistas, los relatos sobre la huella que dejó en Chile corren a cargo del celoso y selecto círculo íntimo que armó a su alrededor: desde Mario el verdulero, la repostera Pilar y los vecinos de la aledaña Villa El Salitre hasta su relación con la presidenta Bachelet, pasando por periodistas, cineastas y una variopinta galería de personajes que consiguen tejer una memoria coral de un hombre extraordinario.