El Berlín de entreguerras fue un hervidero artístico. Y su epicentro se situaba en el Romanisches Café. Los visitantes podían encontrarse, con más o menos frecuencia, a personajes capitales en la cultura del siglo XX. De Stefan Zweig a Marlene Dietrich, de Albert Einstein a Sylvia von Harden, de Billy Wilder a Carola Neher, de Otto Dix a Else Lasker-Schüler, de Bertolt Brecht a Käthe Kollwitz, de Josep Pla a Egon Erwin Kisch. Sin embargo, el fascismo se ensaña con los intelectuales y se acaban apoderando del local.