Durante el Barroco se desplegó un asombroso interés por la exploración de los sentidos, que traspasó todas las artes colmando los salones de los palacios con elaboradas fragancias y sabores, sonidos y elementos visuales o táctiles. No sorprende que entonces tuviera lugar la máxima expansión de una exitosa producción de “barros de olor”, un tipo de cerámicas en el que se aunaban todas estas sensaciones.
En esta interesante y completa investigación se entrelazan pasado, presente y futuro para dar a conocer en profundidad estas “cerámicas de monjas” elaboradas en Santiago de Chile, dentro del convento Antiguo de Santa Clara entre los siglos XVI y XX. Un patrimonio material e inmaterial que aún permanece vivo. Los motivos para invitar a aproximarse a la lectura de estas páginas son múltiples; quizá, por un lado, la pormenorizada descripción de las sensaciones en torno al uso de estos barros, pero también la mirada profunda a un mundo femenino e intramuros, muy poco conocido.