En Como la noche adentro de los ojos, el poema parece un órgano del cuerpo del poeta que el lenguaje ha sido incapaz de nombrar: ese órgano que reúne la memoria del corazón y la técnica. Obsesionado con la figura del símil, en la que el yo se queda y que mira atento gracias a una traducción que hace en compañía de la poeta Mirta Rosenberg, y consciente de que el «como» de una comparación extendida crea un nudo amoroso entre dos zonas autónomas, vemos cómo se despliega un poema en veinticuatro partes que va enlazando instantes de una vida: la muerte de la madre, la enfermedad de la maestra, la muerte del padre, el encuentro del amor, la lectura de la Ilíada y la manera luminosa en que leer permea el mundo de quien observa y anhela capturar esos chispazos vitales en el lenguaje. «El yo es un espacio abierto y ocupado por fuerzas exteriores», escribe Daniel Lipara, el yo es un lugar compuesto por fuerzas, que generan variaciones con los mismos elementos que, en su vaivén, arman constelaciones dolorosas y alegres, oscuras y tiernas. «Quiero quedarme ahí».