Con catorce largometrajes y una treintena de cortometrajes documentales y de ficción, casi tres mil programas culturales para la televisión alemana, cerca de cuatro mil páginas literarias y otras tantas en clave de ensayo, la obra de Alexander Kluge atestigua su infatigable obsesión por el cuidado de ese vital ámbito de intercambio que llamamos esfera pública. Discípulo y heredero de la teoría crítica de la Escuela de Frankfurt, Kluge trabaja en pos de un nuevo tipo de Ilustración, que asuma los fracasos y virtudes de su propia tradición y construya su destino conjugando el impulso de la razón con la determinación de la sensibilidad y las emociones. De este modo, la esfera pública a la que Kluge consagra su labor de arquitecto es un jardín en el que la literatura, la música y las imágenes cooperan codo a codo, en el que la poética acompaña a la teoría para construir los puentes de la confianza que posibilita el pensamiento en comunidad. El contexto de un jardín reúne intervenciones realizadas por Kluge entre 1989 y 2012; en su mayoría, discursos pronunciados al recibir algunos de los tantos premios literarios con los que fue galardonado, y discursos laudatorios o fúnebres en ocasión del homenaje o fallecimiento de figuras prominentes de la cultura alemana. Cuando pondera la herencia intelectual de pensadores como Kant, Marx, Adorno o Habermas, cuando recupera el espíritu de la literatura de Lessing, Goethe, Schiller o Heinrich Böll, cuando rinde homenaje a artistas como Heiner Müller, Christoph Schlingensief o Anselm Kiefer, cuando discurre sobre la ópera, el cine, la televisión y las artes visuales, Kluge invoca una extensa partitura escrita a través de los tiempos, un dúctil tejido de alianzas involuntarias en el que se acumulan las reservas de fantasía social necesarias para orientarnos en el laberinto de la cruda realidad.