Bajo el patrocinio e impulso del entonces obispo Juan Luis Ysern de Arce, diferentes localidades del archipiélago de Chiloé escribieron, entre 1983 y 1989, las historias de su comunidad. Gracias a una metodología de investigación participativa, se elaboraba el Cuaderno de la historia donde los mayores relataban a los estudiantes su origen, costumbres, formas de trabajo, incluso sus fiestas y juegos. El propósito más profundo de esta experiencia era generar un sentido crítico para interrogar la historia común; toda la comunidad contribuía en la reflexión de su identidad y los desafíos de un futuro marcado por la implementación creciente del neoliberalismo en el archipiélago.
En este tercer tomo y final de Cuadernos de la historia se reúnen por primera vez los cuadernos de Aucar, El Palomar, Trincao, Catrumán y Terao.