Queda como advertencia el pensamiento de Carlos Rangel, que hoy ve de nuevo la luz en la edición que tenemos el privilegio de presentar; la contundencia de unas revelaciones susceptibles de acabar encandilamientos y tonterías; la invitación a poner los pies en una tierra convocada por la autonomía de criterios cuando quitemos entre todos la espesa cortina que la ha ocultado. Cada día se levantan los telones que interfieren la apreciación de las peculiaridades del paisaje, pero también, cada cierto tiempo, reaparecen los buenos revolucionarios tras la pretensión de vengar una autoctonía supuestamente mancillada. De allí, no solo la trascendencia de lo que leerán o volverán a leer de seguidas, sino igualmente su indiscutible actualidad. Más que suficiente para que el autor ser incorpore a la nómina estelar de los grandes pensadores venezolanos. ¿No les parece? Métase en sus páginas , respetado lector, y compartirá idéntica opinión.