Al tres y al cuatro. Este pareciera ser el método para compatibilizar nuestra diversidad étnico-racial y cultural con las instituciones democráticas. Joaquín Edwards Bello – que a estas alturas tiene un muy seguro lugar en cualquier discusión pública o conversación de sobremesa en las que aparezca el acuoso término ser nacional- decía que Chile era igual a muchos países ya que «en todas partes suceden cosas. La diferencia -concluía «el inútil de la familia»- es que en Chileocurren con un veinte por ciento de exageración».
Ese veinte por ciento de exageración nos lleva a la simplificación. A estrellarnos con la realidad. A extremar las posiciones y desestimar los matices y los flujos de los bordes y sus mixturas. A dar por hecho los discursos habituales sobre las cosas, que, al menos respecto de la problemática que se aborda en este libro, dicen más sobre los laboratorios académicos, políticos e intelectuales desde los que se construyen, que de la problemática misma. La realidad, de suyo compleja. dinámica e indócil, se resiste al corsé de estas teorías y de inmediato se escapa y las desborda.