Son las ocho de la mañana y Ofelia lo sabe, porque desde su cocina vacía ve el camión que llega a la panadería. Corre y se asoma rápido a la ventana para saludar al panadero antes de que esté muy ocupado. Gregor sabe que el día arranca, porque el paseador cruza la avenida con un montón de perros que lo miran con sospecha. A medida que transcurre la jornada, Ofelia y Gregor realizan sus habituales rutinas sin saber que al finalizar el día se conocerán cambiando sus vidas para siempre.