Este texto híbrido transita entre el testimonio, el ensayo y la novela. Nace a partir de la experiencia personal de la incertidumbre y el proceso íntimo del dolor. El asunto de la paternidad en el autor resultó ser un fenómeno que ocurrió de manera lenta y tardía, y sobre la base de ello, surge el tiempo y la necesidad para reflexionar acerca de lo que significa la paternidad —como figura masculina— que ha sido muy poco abordada desde los parámetros que aquí se presentan. En el tormentoso camino de las pérdidas gestacionales ha nacido —nunca mejor dicho— el tiempo para meditar, la lucidez de las palabras, la riqueza de la intelectualidad en la reflexión y las ganas para repensar el concepto de padre a través de la historia. Los conceptos cambian tanto como sus funcionalidades. La familia, hoy en día, no es la misma que hace cien años; el amor, en parte, no es el mismo que hace mil años; los hijos, en sí mismos, no son lo que hace dos mil o dos mil quinientos años. En este sentido, es muy difícil imaginar que el concepto de padre no fuese a variar. Y no es sólo el paso del tiempo por sí solo; fenómenos culturales, sociológicos y biológicos han colaborado en que la figura del padre, hoy abatida, nos dé un exceso de material materno y, a su vez, refleje el poco interés —motivación o preocupación— por el asunto paterno. En contraparte, mucho puede decirse que la literatura ha aportado a mirar esa figura paterna, pero ésta suele ser o tardía o desde la visión de los hijos hacia los padres. Lo que pretende este ensayo es mirar la paternidad desde la emocionalidad de las pérdidas gestacionales hasta su manifestación en carne y hueso: es verla y vivirla desde la criatura menguada entre los brazos.