En el mundo latino, los escritores no tenemos nada que hacer. Nos pagan mal, nos acusan de comunistas y nos molestan. Yo estoy acostumbrado a eso. Como no represento a nadie y como, además, pertenezco a un mundo espiritual sin estructura, a esta desgraciada clase media chilena que todos ustedes conocen, cada vez que firmo un artículo hay por lo menos cien que protestan. Por otra parte, me encanta saber que existe gente que protesta cuando yo respiro.
¿Por qué escribo? ¿Para quién escribo? Mi conciencia profesional, si es que la tengo, no es otra cosa que copia de ese acto inicial de hace veintisiete años. Tengo la impresión de que mi conciencia no está arrendada a nadie. No soy comunista, no soy partidario de nadie. Gózome, en cambio, refugiándome en mi propia vida. Desde allí, como un francotirador, disparo a voluntad sobre el mundo.