Sin nombre, sin dinero, sin trabajo, un hombre llega a la terminal de autobuses de Gangnam en Seúl huyendo de un pasado indefinido. No quiere hacer amigos ni hablar más de lo necesario. Sus días se limitan a repartir paquetes, leer y emborracharse en el contenedor de la empresa donde consigue trabajo. Poco a poco y muy a su pesar entabla algunas relaciones con individuos de la más diversa especie, a quienes percibe como intrusos en su vida de eremita urbano. Pero en el fondo el único intruso es él: pertenece a otro mundo al que tarde o temprano deberá volver, como un animal subterráneo que no puede permanecer demasiado tiempo a la luz del día.