Durante los dos siglos previos a la Revolución Francesa, en los suntuosos salones de Versalles y París, la elite mobiliaria cultivó un nuevo ideal de sociabilidad, regido por los buenos modales y la perfección estética. El rito central de esa sociedad mundana fue el arte de la conversación. En principio un juego destinado al placer y a la distracción, la conversación obedeció a rigurosas leyes que garantizaban la claridad, la elegancia y el respeto por la opinión ajena. Ávida, curiosa, se nutrió de la literatura para luego abrirse a la introspección, a la historia, a la reflexión científica, filosófica y política. En ese ambiente estrictamente laico las mujeres fueron brillantes protagonistas. Establecieron las reglas del juego. Rechazaron las injerencias del poder en la vida privada. Promovieron valores netamente femeninos: la cortesía, el galanteo, la seducción. Carentes de derechos civiles y jurídicos, crearon y fomentaron un espacio de libertad que el exterior les negaba.En ese ambiente estrictamente laico las mujeres fueron brillantes protagonistas. Establecieron las reglas del juego. Rechazaron las injerencias del poder en la vida privada. Promovieron valores netamente femeninos: la cortesía, el galanteo, la seducción. Carentes de derechos civiles y jurídicos, crearon y fomentaron un espacio de libertad que el exterior les negaba.