En el mundo occidental, las mujeres tienen mucho de qué alegrarse, no lo olvidemos. Mi madre nació antes de que las mujeres pudieran votar en elecciones parlamentarias en Gran Bretaña, pero vivió para ver a una mujer en el cargo de primer ministra. Independientemente de lo que pudieran opinar sobre Margaret Thatcher, estaba encantada de que una mujer hubiese llegado al número 10 de Downing Street y orgullosa de haber contribuido personalmente a algunos de aquellos cambios revolucionarios del siglo XX.