La llegada de los primeros habitantes y la dispersión de los amerindios por el continente americano es una historia fascinante, escasamente contada, y que evidencia el empuje humano por conquistar nuevos horizontes. Deslumbra la tenacidad de esos hombres primitivos por superar barreras geográficas y climas hostiles, a fin de encontrar espacios amigables donde establecerse y desarrollar sus vidas. Ejemplo de ello son los pueblos que se asentaron en los bordes de los ambientes acuáticos, encontrando gran diversidad de recursos que utilizaron intensamente con fines alimenticios, religiosos y ornamentales; a la vez que practicaron el trueque con vecinos y demandantes. Para ello, debieron especializarse y diseñar técnicas que facilitaran las faenas de recolección, pesca y caza, así como también desarrollar embarcaciones para adentrarse con seguridad tanto en las aguas lacustres como oceánicas.