El proceso migratorio de nuestro país ha sido sujeto de diferentes discusiones y debates, en los que se entrecruzan posiciones políticas, económicas, sociales y culturales. Diferentes voces demandan la necesidad de hacernos cargo, como sociedad, de las situaciones que han derivado por la presencia de extranjeros/as que han elegido Chile como lugar de asentamiento. Esto plantea un conjunto de desafíos, en particular para un país poco acostumbrado a la diversidad, que incluso ha negado sistemáticamente su propio carácter multicultural (Galaz y Poblete, 2007).