Una familia uruguaya viaja a la playa en vacaciones. El trayecto es largo, el auto pequeño, el tiempo caluroso y los hijos son cuatro. Prontos, listos, ya es un ejercicio rítmico y quien lleva el compás es la hija del medio, que va junto a sus hermanos en el asiento de atrás. El traslado, pauteado por los postes de la carretera, la memoria y la imaginación, despliega ante nuestros ojos ese territorio límpido y expectante que es la divagación morosa, sin culpa y a todo color.