Basta que contemplemos nuestra mano sobre la mesa para que despierte, sin preverlo, un asombro filosófico. De esa idea de Paul Valéry brota la pasión de este ensayo: asombrarse ante lo más próximo, que es también lo más extremo de nuestro cuerpo, hasta hacer de la mano un objeto de la filosofía, portador de innumerables preguntas y umbrales entre el sentir y el pensar. Interrogando la figura en la obra de Da Vinci, Chillida, Jabès, Marguerite Duras o Spinoza, entre otros, la mano se abre, en este libro, como experiencia poética del contacto y del vacío, de lo propio y lo impropio, de la caricia y el extrañamiento.