El principal escenario en el que se desarrolla la resiliencia, entendida ésta como el proceso frente a situaciones de adversidad que nos permite un aprendizaje mediante la experiencia, incluye dos de las principales instituciones de socialización: la familia y la escuela.
En cada una de ellas hemos encontrado una figura importante que promueve el desarrollo socioemocional de los niños: la de los padres y la de los docentes, respectivamente. Es esencial que las profesoras y profesores se conviertan en tutores de resiliencia, como sostiene Cyrulnik (1999), cuando se trata de niños de centros de educación especial que padecen diversos tipos de discapacidad (sordera y ceguera, autismo, algún grado de retraso mental, etc.). Los guías o tutores de resiliencia son personas que proporcionan seguridad a estos niños en situaciones traumáticas o nocivas, que les ayudan a superar la adversidad y les enseñan estrategias para desarrollar sus fuerzas y sus competencias. Por este motivo, es crucial que los docentes posean las estrategias y competencias apropiadas para que puedan ser una fuente adecuada de soporte emocional.