La mente de Tom Raworth ha sido desde el principio rápida como una comadreja, directo al grano, un registro intenso de palabras disparadas en completo dominio de sus dardos. Estos movimientos son tan extraños que no dejan residuos alrededor de las orillas ni nubes alrededor del centro. Es muy difícil asociarles un autor u opiniones directrices porque el retrato no tiene esos oscuros borrones temperamentales. El temple a lo largo de toda una vida de trabajo es el de una estricta precisión de pensamiento y de acústica. El oído como un todo, con un ingenio que alterna amargura, generosidad y una resistencia total a la autopromoción, te dice actúa. El lector casual de estos colores iridiscentes dispuestos sobre la página puede tener la impresión de lo momentáneo, el transcurso de lo que sucede y la extrañeza propia de una vida; pero una mirada más atenta descubrirá generosidad en el corazón de lo hilarante y una constante nobleza de propósito. Seguramente no se trata de algo excelso ni grandilocuente, sino de nobleza de origen y, mediante indicios, operativa incluso donde no es declarada, y especialmente allí. Estas palabras tienen algo que hacer en todas partes no para ser retenidas o arrojadas, sino porque son ciertas línea por línea en su ordenamiento, toscas, duraderas y rebosantes de las virtudes de la musa. J. H. PRYNNE