En este, su segundo poemario, Una pequeña fiesta llamada eternidad, la escritora peruana Gabriela Wiener transita por las imágenes de un pasado reciente en el que convergen la noche y la revolución. El deseo que no se acaba nunca, a pesar de que la destrucción y el fin son inminentes. Como una imposible DJ, Wiener pone a bailar al olvido y la esperanza, a la razón y la ira, y en su repertorio las palabras caen ebrias, cataclísmicas, escaleras abajo, de bruces contra un suelo anegado de purpurina y de fluidos.
Pero en este caudal de imágenes fatídicas, la autora abre una ventana hacia esa eternidad que viene después de la derrota, donde se ama y se promete todo, y donde la escritura, el sexo y un nuevo llamado a la insurgencia aparecen como signos de una futura salvación.