Una cierta tradición filosófica ha considerado que el mundo de lo que muy generalmente podríamos denominar ”afectividad” no tiene relevancia ética alguna. Todo aquello que escape al control directo de nuestra voluntad no tendría, propiamente, cabida en la ética. Sin embargo, esta idea es muy engañosa. Lo es porque hay muchos otros aspectos de la vida de las personas que, aunque no tan directamente como las acciones voluntarias, dependen en alguna medida de su libertad. Uno de esos aspectos es la vida afectiva de las personas. Todo lo dicho sustenta la idea básica que ha orientado las investigaciones cuyos resultados aquí se presentan, a saber, razón y amor ,en cuanto disposición afectiva fundamental, constituyen los dos motivos éticos fundamentales. La vida ética de las personas no puede consistir simplemente en un esfuerzo por adecuar esta a una serie de principios formales.