Todo comienza cuando abrimos los ojos por la mañana y un gran cuadro lleno de detalles y colores, tonos y matices se dibuja ante nosotros. Luego podemos enfocar, parpadear y empezar a pasar las páginas de Veo el mundo, un libro con el que explorarnos la vista no solo como un sentido del cuerpo humano sino como un recorrido filosófico a través de la vida. Con la vista distinguimos la luz de la oscuridad, reconocemos peligros y desciframos las expresiones faciales de un amigo. Cuando los ojos permanecen ciegos, podemos leer el mundo a través del alfabeto Braille y, para aquello que no atinamos a ver, tenemos telescopios y microscopios. Lo cierto es que no hay dos seres vivos que vean igual el mundo que nos rodea y, por suerte, cada uno de estos puntos de vista puede enseñarnos algo nuevo.