«Una trata de ordenar los hechos: / dibujar una línea primero corta / luego más larga hasta el límite de la hoja / tomar el papel alejarlo a una cierta distancia», leemos en Apuntes para abolir la historia, primer libro de poesía de María Mazzocchi. Pero el yo parece saber que «la historia no se registra así», que el retorno al origen es un camino oscuro, colmado de líneas cortas y largas que se cruzan, se traban, borran y confunden. Hay aquí una historia familiar que resguarda su propio secreto y una mujer que, en el diván del psicoanalista, enhebra y desenhebra una genealogía compleja, que se asemeja a la Muralla China en su impenetrabilidad. Ante el silencio y la posibilidad del olvido, el yo escribe, se despliega en esa insistencia, con escopeta en mano se hace espacio: agarra coraje, se burla de sí misma, se muestra iracunda, a ratos lírica, a veces prosaica, y concierta un espacio coral que desborda los límites de la página.