El apetito comunica las necesidades nutricionales del organismo al cerebro, y comer de acuerdo con sus demandas, como hacen los animales, debería garantizar una salud óptima en los seres humanos. Antaño nuestros ancestros fueron capaces de intuir que alimentos necesitaba su cuerpo y en que proporciones, y gracias a ello comían los adecuados en las cantidades correctas. Vivían en una perfecta armonía nutricional, pero el mundo moderno de la comida rápida ha causado estragos en este sistema evolutivamente perfeccionado. ¿Cuándo y por que perdimos esta capacidad y, lo más importante, cómo podemos recobrarla?