No me había vuelto loco, me había enamorado, aunque a veces signifique lo mismo. En esas mañanas eternas junto a un video, conocí el amor que hasta hoy perdura. La camiseta naranja con el número ocho y esa bendita desgarrada gatillaron en mí un sentimiento único. El mismo que siente mi amigo Paulo Flores y que expresa en este libro, donde se detalla esa campaña de leyenda y otras gestas históricas de un equipo que conquistó a todo Chile. Aquella institución que nacía de as entrañas de la tierra para representar al minero de Chile fue mucho más que eso. Paulo lo sabe bien. El cuadro loíno fue el pasaporte a una pasión de miles de chicos que nunca pudieron volver a ser los mismos.