Cuanto más solemne y alta sea la cumbre que se quiere alcanzar, más divertidas y duras serán las caídas. Sobre todo si los alpinistas que quieren completar los 40.000 metros de la montaña más elevada del planeta son:
Un médico que siempre está enfermo.
Un guía experto en orientarse que siempre se pierde.
Un lingüista que jamás entiende qué le dicen.
Un animador desanimado.
Un jefe a quien nadie (menos mal) hace caso.
Y decenas de botellas de champán (con fines medicinales).