Krzysztof Penderecki o como volví a temerle a la bomba
Krzysztof Penderecki o como volví a temerle a la bomba
Miércoles 22 de octubre de 2025
Si alguna vez nos ha interesado el cine de terror es probable que, sin darnos cuenta, nos hayamos cruzado con el trabajo de Krzysztof Penderecki. Su obra es parte fundamental de la atmosfera de clásicos como El Exorcista (1973) y El Resplandor (1980). Su música ha sido utilizada también por Alfonso Cuaron para una tensa secuencia en su distopía especulativa Hijos de los Hombres (2006) y por David Lynch, tanto en películas como en el enigmático capítulo 8 de su aclamada temporada final para Twin Peaks: El Retorno (2017).
Es precisamente la obra que Cuaron y Lynch utilizan, Treno a las Víctimas de Hiroshima (1960), la que captura de forma más global la sonoridad, hoy en día ya establecida, de suspenso y terror que asociamos con el género que nos mantiene con miedo a la oscuridad. Sin embargo, esta pieza -antes de ser una serie de clichés del género- es también una demostración inigualable del poder conmovedor del arte, y de nuestra capacidad como seres sensibles a ser movidos por él.
La obra fue escrita para 52 instrumentos de cuerdas, las cuales están notadas de forma no tradicional, con figuras nuevas para demostrar el uso de técnicas extendidas como también las oscilaciones de las notas en vez de mostrarlas con la exactitud de la partitura de doce notas. Penderecki hace uso extenso de agrupaciones continuas y atonales de notas o ‘clusters’ sonoros muy agudos, los cuales ayudan a aumentar la tensión hasta que el silencio inunda. Lentamente notas oscilantes comienzan a reaparecer y poco a poco generando una urgencia que por un breve instante parecía haber sido dejada de lado.
Dado el título de la pieza es difícil no escucharla e inferir que la música debe ser programática, es decir que esté compuesta para servir como un modelo de algo más o evocar de forma directa una imagen[1]. Los clústeres agudos con los que abre la obra han sido comparados con gritos o con la misma bomba cayendo, en varias ocasiones las notas oscilantes parecen ser sirenas o alarmas. Existe todo un imaginario bélico y sonoro que se puede reflejar por encima de la obra y sin embargo originalmente Penderecki escribió la obra con el propósito de titularla en base a su duración: 8’37”.
La pieza fue compuesta en abstracto, en búsqueda de un nuevo lenguaje musical, y no fue hasta que pudo escuchar su obra que Penderecki decidió dedicarla a lo memoria de lo que el denominaba como el “sacrificio de Hiroshima”. El Terno es una obra que nos pena, suena como un recuerdo y como una advertencia, es el horror en cámara lenta, visto desde el futuro y con la posibilidad de diseccionar un evento terrible fibra por fibra y que sin embargo no dejan de aterrorizar. Es una oda a la necesidad de recordar y enfrentar los horrores más grandes de nuestra historia.
Juan Esteban Pizarro
Librero Librabooks
Fotografía portada: Twin Peaks The Return 2017
Fotografía partitura: Partitura de Penderecki antes y despúes de ser pasada en limpio
[1] Un ejemplo de música programática es la sinfonía para niños Pedro y el Lobo
de Serguéi Prokófiev, en donde cada instrumento tiene asignado un motivo musical y personaje. El ‘programa’ musical se hace aún más evidente con la adaptación animada de 1946. Otros ejemplos notables son Las cuatro estaciones de Vivaldi y Cuadros de una exposición de Modest Músorgski.