Mencionar el sentido de la vida puede ser sólo un lugar común que, una vez mencionado, da por clausurado cualquier debate en torno a su proceso de formación, a las influencias a las que se ve expuesto y a las consecuencias, en lo individual y en lo social, que conlleva su formulación. Suele darse que simplemente se deje en el ámbito privado y que cada persona deba empeñarse en buscar el sentido de su vida sin el recurso a fuentes que no sean ella misma. En esta alternativa suelen caer, especialmente, las instituciones educacionales, y las de gobierno, cuando se autolimitan a las funciones
Otra alternativa es la imposición a la sociedad, y a las conciencias personales, de un sentido de la vida en directa relación con una visión particular del hombre y de su inserción en la sociedad. En el caso de las instituciones intermedias de la sociedad los sujetos tienen la opción de elegir alguna de ellas que sea más acorde y coherente con sus propias percepciones del sentido de la vida. Lo que no necesariamente ocurre cuando es el Estado el que asume una posición y trata de encuadrar el funcionamiento social en su propio marco valórico.
El presente libro intenta hacerse cargo de ambas alternativas. Es la complejidad del discurso sobre el sentido de la vida, al mostrar que este resulta ser más extenso que su simple enunciado y que se hacen necesarias miradas que profundicen en sus distintas dimensiones y relaciones, en las diferentes encrucijadas en las que podemos “extraviarnos” en el rumbo de nuestras vidas. No es, por lo tanto, un libro de autoayuda sino que quiere ser un incentivo a la reflexión personal y comunitaria, particularmente de quienes tienen la responsabilidad de formar y orientar a las nuevas generaciones como, también, a quienes asumen cargos de responsabilidad política, para que no se limiten a las necesidades materiales inmediatas, urgentes y dolorosas las más de las veces, sino que las pongan en la dimensión de realización personal –individual y social- de quienes quedan a su cuidado.
