La vida y obra de Sergio Larraín, tal vez el más importante fotógrafo chileno, tiene un aura de genialidad y misterio. En las décadas del cincuenta y sesenta realizó un trabajo raro y brillante que, hasta su muerte, permaneció casi desconocido en Chile. Esta invisibilidad se debió, en parte, a que su obra fue publicada mayoritariamente en medios internacionales, pero, sobre todo, a que él mismo impidió que se divulgara. Personaje contradictorio, se retira de la vida pública desde fines de los sesenta para dedicarse a la meditación, el yoga y la escritura, sin embargo, mantuvo profusas relaciones epistolares y siguió, con la singularidad que lo caracteriza, conectado a la fotografía. Este libro, escrito en el cruce de la cercanía familiar y la distancia real, explora los claroscuros de su biografía. Para su autora –sobrina de Larraín, pero con quien casi no tuvo contacto– este tío fue un enigma sobre el cual escuchó hablar desde su infancia, y es en el eco de esas voces como ella va urdiendo la trama de una vida intensa. Narrado desde la proximidad de esas historias que se escuchan en las mesas, en conversaciones en sordina, Catalina Mena logra un retrato íntimo de una figura que, en innumerables ocasiones, se ha intentado mitificar.