Reliquias, restos, ruinas del pasado, esos momentos últimos de los que ya nadie más podrá dar testimonio, son, en el mundo de Sylvia Molloy, el punto de partida de la ficción como último avatar de la autobiografía. En Varia imaginación circulan historias -propias o apropiadas- linderas del testimonio, del relato de viajes, de la genealogía o de la reflexión. Cada una trae una imagen del pasado (el saber de una madre o su voz, la ética marmórea de las últimas palabras adjudicadas a un héroe, los adioses a un padre o a una casa, la muerte de una hermana...), que al ser interpelada por otras, oscilantes entre la ruina y la reliquia, pero también entre el malentendido y la repetición involuntaria de una manera del decir, de una escena, de un verso o de un gesto, reescriben la memoria y la vuelven cada vez más frágil, más precaria, y, como todo retorno, incuestionablemente incierta.