Nuestro desasosiego ante la sobrecarga informativa no es un fen¢menonuevo. Mucho antes de la llegada del mundo digital e internet,nuestros ancestros lectores experimentaron con inquietud los efectosde la acumulaci¢n infinita de libros y escritos. Pero junto a latradici¢n que desea aumentar siempre las colecciones de la bibliotecahay otra, menor y subversiva, que advierte de los peligros quecorremos de vernos sepultados por el pasado. Desde Petrarca hasta Voltaire, pasando por los primeros fil¢logos, los enciclopedistas barrocos, los revolucionariosfranceses, y Montaigne, los protagonistas de este ensayo presentanrasgos contradictorios. Aqu¡, las vanguardias y los antimodernossellan el pacto contrario al de Fausto: en lugar de entregar su alma a cambio de un conocimiento ilimitado, se explora la idea de c¢moponerle un l¡mite al deseo de saberlo todo. Armados con tijeras, estos lectores fabrican bibliotecas port tiles y otras formas abreviadas,ligeras y m¢viles del saber con el objetivo de sacar el conocimientode las estanter¡as polvorientas y practicar un verdadero humanismotransformador. Su arte de la reducci¢n nos recuerda que a la barbariese llega tan pronto por la falta de libros como por susobreabundancia.