La comedia de los tímidos es una meditación narrativa sobre los años formativos del cine mudo, vista a través de la figura entrañable y marginal de Robert Harron, actor recurrente en las películas de D. W. Griffith. Pero este no es un libro sobre cine, al menos no únicamente: es un ensayo sobre los gestos menores, la luz que desaparece, la fragilidad de la imagen, y sobre cómo la timidez -ese modo íntimo de estar en el mundo- puede convertirse en un principio estético. Alfonso Iommi escribe con una voz precisa y nostálgica, que rescata el tono de una época.
El libro es también una exploración filosófica. La figura de Plotino -el gran neoplatónico- aparece como contrapunto secreto de Harron: ambos, en sus respectivos mundos, buscan lo inmaterial, lo que no se deja decir pero insiste en aparecer. La imagen no es sólo apariencia: es umbral, es plegaria visual. Iommi teje una poética de la mirada que prefiere los márgenes y los intersticios.
La comedia de los tímidos pertenece a ese raro linaje de ensayos que pueden leerse como una novela, una biografía espectral y una teoría del cine al mismo tiempo. Su fuerza está en el rumor bajo las escenas, en los gestos apenas perceptibles, en la forma en que un actor olvidado nos habla todavía. En ese eco, el lector descubre que no hay filosofía más precisa que la de los tímidos.