Wallace Stevens no es solo uno de los grandes poetas del siglo XX, sino el que más influencia ha ejercido en la literatura norteamericana de las últimas decadas, desde John Ashbery hasta Mark Strand o Anne Carson. Su obra, compleja, irreductible, llena de luz y aire, es una celebración de la existencia y la naturaleza, del clima, así como una meditación en torno al misterio de la imaginación humana y su relación con el lenguaje y la propia poesía. Siempre reticente e impersonal, solo al final de su vida, en sus poemas últimos, Stevens se muestra más transparente y cercano, expresando el estupor de la vejez con una claridad nunca igualadas en la poesía moderna.