Voy a hacer una confesión que me hace sentir mal. Quizás al ponerla aquí en palabras, al lograr que estas palabras las lea alguien más, convertidas en literatura, consiga que este sentimiento funesto me abandone y se esfume: entré a la tienda H&M con la esperanza de que la ropa que me comprara me ayudara, de vuelta en Buenos Aires, a conseguir novio.En un rincón junto al horno y el lavarropas, lugar resignificado cual cuarto propio, la narradora divaga, reflexiona, ama y odia, recuerda, escribe. Sobre todo escribe. Desde la crónica de un workshop de arte en Río de Janeiro al que fue invitada como traductora hasta la última pelea con su pareja porque él lava los platos sin amor.Cecilia Pavón transita con total impunidad entre los detalles más insignificantes de la vida cotidiana y aquellos canónicamente considerados propios del arte y de la literatura, dejando ver las continuidades, a veces imperceptibles, entre ambos. Y en este ir y venir que borra límites y fronteras construye Todos los cuadros que tiré, un libro de relatos hecho de inmoladas confesiones, fugaces apuntes en libretitas olvidadas y declaraciones de principios estéticos y políticos. La inevitable consecuencia de una artista que vive su vida como una obra de arte.