La obra de Thomas A. Clark se nutre de una especial atención a la forma y a la experiencia del caminar por el paisaje, lo que emparienta su trabajo con el de artistas como Richard Long y Hamish Fulton: «Caminar es igualitario y democrático; no nos volvemos expertos en caminar y un lado del camino es tan bueno como el otro», plantea en Distancia y proximidad, su primera traducción al castellano a cargo de Andrés Anwandter. El libro se compone de pequeñas prosas y colecciones de sentencias sobre experiencias comunes, como caminar a la luz de la luna, mirar el mar, observar las sombras sobre el suelo, notar el florecimiento del lino. Los paisajes aludidos no son exóticos, ni remotos, ni fantásticos, sino locales, próximos. Del mismo modo, las observaciones no son especializadas ni persiguen la dificultad, la complejidad o el misterio: el autor busca el acercamiento y la familiaridad, tanto con las cosas como con las palabras.