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James Joyce, un antes y un después de su lectura

James Joyce, un antes y un después de su lectura

Cuando escuchamos el nombre de James Joyce, nos parece apabullante, ya que está cargado de estigmas: impenetrable, excéntrico e inentendible, entre otros. Es que al igual que Dante o Cervantes, es uno de los autores respecto de los cuales es más lo que se les comenta que lo que se lee. ¿Por qué tenemos este pánico colectivo a su obra?

Joyce nace en Irlanda en 1882 y fallece en 1941 en Zúrich, luego de haber deambulado por Europa y vivido en Trieste, Paris y Zurich, sin retornar nunca a su Irlanda natal, la cual sin embargo fue, el telón de fondo de toda su obra literaria.

El mundo estaba cambiando, la guerra socavó todas las creencias válidas de la época e hizo que los movimientos artísticos se tambalearan. Joyce no estuvo al margen de esto, sino que por el contrario se replanteó los pilares de la escritura y cuestionó los movimientos artísticos vigentes del momento: Por un lado, el movimiento naturalista que buscaba transcribir la realidad y del cual su mayor representante era Zola y por otro, el simbolismo que creía que nada puede expresarse, que el escritor debe proceder por la sugestión a través de las metáforas y del cual uno de sus principales representantes fue Mallarmé. Joyce no se sintió representado ni cómodo en ninguno de los dos y por el contrario, encontró una fisura entre ambos y creó su propia estructura basada en reflejar la simultaneidad de la vida en su escritura. Tal como en el cine, buscó mostrar, escribir, describir la imagen completa, no solo el primer plano sino todo lo que lo rodea y clonar el magistral caos de la vida a través de una poesía realista maravillosa. Por tanto, no es extraño que Joyce nos asuste, representa lo desconocido y una forma totalmente nueva de acercarnos al mundo.

Si bien Joyce comenzó escribiendo poesía, debido a la maestría verbal de su escritura, hoy día lo conocemos principalmente por sus novelas.

La primera de ellas fue <<El retrato del artista adolescente>>, quizás su obra más llevadera de leer y a su vez autobiográfica, tras la cual decretó que para escribir era necesario el silencio, el destierro y la astucia. Mientras escribía este libro comenzó también escribiendo otros relatos cortos, los que se publicaban periódicamente en una revista y los cuales dieron vida a su libro <<Dublineses>> publicado en 1914. Este libro, mostraba su nostalgia por Dublín al reflejar la sociedad de aquella época en los distintos relatos y personajes y fue en esta obra en la cual comienza a manifestarse su forma única de escritura al introducir la simultaneidad en sus escritos.

Así mismo, durante la escritura de Dublineses nació su idea del relato de Ulises para incorporarlo al libro. Pensó en escribir una historia que tuviera como protagonista un hombre común y corriente de Dublín, que durante el adulterio de su mujer vagara por las calles de la ciudad hasta poder volver a su casa cuando este ya hubiese acabado. Sin embargo, fue tal el impacto que le causó el argumento, que decidió ahondar en él y escribir en un libro completo bajo la idea de mostrar qué ocurre en la mente de un hombre y en su vida en un día entero.

De esta manera su obra maestra <<Ulises>> fue publicada en 1922, no sin grandes contratiempos y se convirtió en un símbolo del modernismo, tal como dice Borges “si hubiese que salvar una obra del modernismo está sería Ulises”. En ella, creó una nueva forma de escritura, la simultaneidad, incluyó también las distintas técnicas literarias de la época en cada uno de sus capítulos, dedicó cada uno de ellos a una parte del cuerpo humano y destacó también un color. Agregó un sinfín de personajes de Dublineses, intertextualidad de otras obras maestras (en su mayoría de Shakespeare) y realizó permanentes guiños a la Odisea, ya que Leopold Bloom (nuestro protagonista) no es otra cosa que Ulises viviendo su epopeya de su largo viaje de regreso a Ítaca tras la batalla. Un libro sin duda singular, que no puede tomarse a la ligera.

Por último, <<Finnegans wake>> es su obra culmine, ya que no conforme con intentar escribir en Ulises el día entero de una persona minuto a minuto, sensación a sensación y pensamiento a pensamiento, decide en esta obra poner en palabras las horas de sueño de su protagonista, un tabernero de Dublín. De esta manera, el texto transcurre en una noche, creando ya no solo nuevas estructuras, sino un nuevo lenguaje lleno de neologismos, en los cuales une dos palabras para lograr crear una nueva y así buscar la simultaneidad a partir no solo de la composición del texto, sino también del lenguaje. Estas nuevas palabras las crea desde el inglés y de distintitos idiomas como: el noruego, alemán, francés, español y sánscrito entre otros, creando así una obra casi surrealista, unida a las ensoñaciones y etapas del sueño de su protagonista intentando retratar su subconsciente.

La obra de Joyce es una de las obras literarias más extrañas de nuestros tiempos, a minutos “ilegible”, la cual pretende seguir la realidad que vive una persona, en cada segundo de su vida con los distintos planos que ello involucra. ¿Es eso siquiera posible? ¿Existen las palabras adecuadas? ¿Puede contener un papel un minuto de nuestro día, en el cual conectamos el olor, el calor, los sonidos, nuestro quehacer y también nuestros recuerdos? Leer Joyce es en sí una aventura que no puede tomarse a la ligera, es una lectura diagonal, en la cual no basta con seguir una línea continua, y leer de izquierda a derecha, sino que debemos poner suma atención a la puntuación, leer entre líneas, entre párrafos, entre páginas, entre libros y entre autores, para comprender las imágenes que ya nos mostró antes en la misma obra o en Dublineses o el desenlace que tendrá luego de otro personaje, los recuerdos de Bloom, de los guiños a la Odisea de Homero, la intertextualidad con Shakespeare, la historia de Irlanda e incluso el sonido de una ópera prima.

¿Habrá Joyce logrado su cometido de poner en palabras el caos de la vida misma o el subconsciente de nuestros sueños? o por el contrario como dijo Virginia Woolf sus textos “eran terribles derrotas, gloriosas derrotas, porque el lenguaje no alcanza, no se puede ir más allá en la representación de la vida diaria”.

Te invito entonces a acercarte a Joyce con la debida delicadeza y sin preconcepciones, disfrutando de su lectura libre y sin ataduras. Descubriendo por ti mismo cual es el tiempo que requieres para ello, las pausas necesarias y disfrutar esta maravillosa experiencia, sin duda habrá un antes y un después de Joyce en tus próximas lecturas.


Mane Fernández

Librera Librabooks