Interpretar imágenes es probablemente uno de los primeros ejercicios intelectuales que realizó el ser humano y lo hizo al observar el cielo nocturno. Imaginemos lo que pudo haber sido para esas primeras personas que no contaban con respuestas para muchas de sus preguntas sobre la existencia, el ver cada noche una serie de puntos brillantes que se movían permanentemente. ¿Qué eran esas luces? ¿Quién vivía ahí? ¿Por qué algunas brillaban más que otras? ¿Cómo influían estas en sus vidas?
A partir de la contemplación, las primeras civilizaciones lograron seguir los pasos de las estrellas, registraron los ciclos del sol y la luna, observaron la relación entre la salida de algunas luminarias más brillantes con lo que pasaba en sus vidas y como cambiaba su entorno a medida que las estrellas circulaban por el cielo. Al mirar cada noche, notaron que los grupos de estrellas se parecían a animales o seres que ellos habían visto en sus vidas en la tierra. Toros, cabras, cangrejos, guerreros, se dibujaban cada noche sobre ellos.
Cientos de años de observación provocaron la necesidad de interpretar qué pasaba allá arriba y por qué sucedía. Buscaron una explicación y así, inventaron el cielo. Nacían las primeras religiones, se construyeron lugares sagrados y se asoció el nacimiento de estrellas a los ciclos de vida de las diferentes culturas. Los astros servían para predecir el futuro, para albergar a los muertos, para decidir las siembras y para orientar los viajes. Son las estrellas el origen de la necesidad de los primeros escritos y símbolos.
Había que acumular de alguna manera la historia de lo que pasaba por el cielo. La imagen y la observación de objetos móviles necesitaba texto. Y pasamos de lo visual al registro. Primero fueron lugares con símbolos, luego monumentos y más adelante cartas o mapas astrales que dieran cuenta de estos fenómenos periódicos que veían. Escribir es registrar códigos, es darle coherencia para que podamos mantener la memoria colectiva y otros puedan saber y conocer lo que sabemos. Es a partir de la observación de imágenes que se necesitaba texto. De esta forma, la unión de la observación, comprensión y codificación del cielo unido al escrito posibilitó el desarrollo de la astrología y luego astronomía. Los registros permitieron los primeros cálculos y nacimiento de teorías respecto al origen y destino de los astros.
Se creó entonces un lenguaje, nacieron ideas y la continuidad de la observación de estas imágenes periódicas junto con los mapas existentes fueron útiles para determinar también las inconsistencias de las primeras tesis respecto al cielo. Estas inconsistencias obligaron a buscar nuevas herramientas de observación para darles originales explicaciones a los fenómenos y así intentar resolver las continuas preguntas que generaba el cielo nocturno. Pero la noche, sus misterios, las estrellas y las imágenes del cielo no han dejado de influir en nuestro pensamiento y no han sido solo la fuente inspiración de religiones y ciencia. La literatura y, en particular la poesía, se han nutrido por siglos del cielo y la noche como fuente de inspiración y explicación o sublimación de tantos amores, pasiones, vidas y también de muertes.
Desde el poema de Gilgamesh ha existido una íntima y profunda relación entre el lirismo y las estrellas. Cuantas metáforas e hipérboles hemos leído que contienen astros entre sus palabras. Por otro lado, la astrología primitiva fue influida por cuentos o relatos iniciales, cuyos personajes o formas sirvieron para bautizar constelaciones o dar explicación a los fenómenos estelares.
Lo visual, las imágenes y los textos son complementarios y su unión genera la posibilidad de crear nuevos universos, más conocimientos. Hoy estamos sometidos a un sinfín de imágenes en diferentes soportes y formatos y la literatura también ha aprovechado este redescubrimiento de la imagen, a través de las novelas gráficas y los libros álbum ilustrados, en los que leer la imagen es tan importante como leer el texto que la complementa. Descifrar imágenes es una actividad original del ser humano desde el inicio de la historia y no podemos dejarla de lado en nuestros días, sino por el contrario volver a los orígenes y retomar esa lectura.