Dolor, cine y catarsis
Si hay una cita que hace sentido tanto en la música como en el cine es de la canción Adiós de Gustavo Cerati: “Pones canciones tristes para sentirte mejor”. Cambiando a “películas” en vez de “canciones”, esta frase puede incluir a todavía más gente.
Y si hablamos de películas tristes, podemos tomar como ejemplo poderoso a Melancolía, la segunda entrega de la llamada “Trilogía de la depresión” de Lars von Trier, compuesta por Anticristo
(2009), Melancolía (2011) y Nymphomaniac (2013–2014). Aunque este trío pueda parecer un ejemplo extremo –y en cierta medida exagerado–, ilustra cómo el cine intensifica el sufrimiento humano y lo eleva a un plano casi místico. Ahora, ¡¿por qué nos gustan las películas tristes… cuando estamos tristes?!
Analicemos Melancolía. Aquí, Lars von Trier explora la psique humana al abordar la depresión y la percepción de la realidad. La narrativa se divide en dos partes: la primera se centra en Justine, quien, a pesar de su aparente éxito, se ve abrumada por una profunda melancolía durante su boda. La segunda parte sigue a su hermana Claire, que lucha por mantener la compostura mientras otro planeta se aproxima a la Tierra, amenazando con destruirla. La cinematografía utiliza imágenes oníricas y la obertura de "Tristán e Isolda" de Wagner para intensificar la atmósfera de fatalidad inminente. El uso de cámaras lentas y planos detallados enfatiza la belleza y la tragedia de cada momento, invitando al espectador a reflexionar sobre la inevitabilidad de la destrucción y la aceptación de lo inevitable. La película confronta nuestras propias emociones y nos desafía a encontrar un significado en medio de la incertidumbre y el caos.
Si analizamos la conexión entre la experiencia que nos ofrece Melancolía y el proceso “liberador” al que nos puede llevar, encontraremos algo que llamamos: Catarsis. Es decir, un proceso en el que una película puede ayudarnos a identificar nuestras emociones y, a través de ello, encontrar respuestas a pensamientos y sentimientos ocultos. Aristóteles en su Poética dice:
"La tragedia es una imitación de una acción que es seria, completa y de cierta magnitud; en ella se despiertan las emociones de compasión y temor, y a través de la purificación (catarsis) de dichas emociones se produce una liberación o purga que renueva al espectador."
El cine, al igual que la tragedia griega, nos invita a una purga emocional: al sumergirnos en Melancolía u otro filme (a elección), no solo identificamos nuestro dolor, sino que experimentamos un alivio momentáneo.
Sin embargo, este efecto es transitorio. La catarsis estética nos brinda un respiro, pero la transformación del dolor profundo requiere un trabajo terapéutico más riguroso y sostenido.
En definitiva, el arte nos acompaña y nos consuela. Melancolía nos enseña que, aunque el sufrimiento pueda ser confrontado a través del cine, la verdadera sanación ocurre cuando combinamos esa experiencia estética con un apoyo que nos permita trabajar y transformar nuestro dolor en crecimiento personal. seguimos buscando en la tristeza un motivo para sentirnos un poco mejor.
Ignacio Maldonado
Creador de Onda Cine